jueves, 13 de febrero de 2014

El arte de la adulación



Jalabolismo: El arte de la adulación.
Diógenes Salcedo
@salcedo666
“La función esencial de la adulación es
alabar a las personas por las cualidades
que no tienen.” G. K. Chesterton.

Hay un personaje de la fauna social venezolana que siempre me ha llamado la atención.  Me intriga por lo abundante y por lo básico de su accionar.  Se trata de ese espécimen que pulula alrededor de los poderosos, de los famosos y de los adinerados. Es aquel a quien anteponen a su nombre el calificativo de “Jalabolas”.
Según el profesor Alexis Márquez Rodríguez, la palabra “jalabolas” no aparece en el DRAE, pero sí en el “Diccionario de venezolanismos” (UCV / M. J. Tejera): “Jalabolas: Adulador”; y en el “Diccionario del habla actual de Venezuela” (UCAB / Pérez - Núñez): “Jalabola (s): Persona que consecuentemente utiliza la adulación como medio para obtener sus fines”. El DRAE sí registra “jalador, ra”, con la marca de venezolanismo y definido como “adulador”.
Existen diversas historias que tratan de explicar el origen del mencionado término, destacándose aquella relacionada con las cárceles venezolanas de la primera mitad del siglo XX,  pero el profesor Márquez Rodríguez no las da por seguras, aunque parezcan verosímiles.
Jaletis, jalamecates y chupamedias serían sinónimos, pero con una menor carga peyorativa.
Esta práctica tan arraigada en nuestra sociedad, ¿se puede considerar un arte? Probablemente sí, en tanto se entienda como la disposición y habilidad para hacer algo, especialmente valiéndose de maña o astucia. Algunos individuos llegan a desarrollar tal destreza que es inevitable negarles un lugar, al menos, en el podio de las malas artes.
El adulador va siempre en busca de un beneficio de cualquier índole, y casi siempre obtiene ventajas reales por sus servicios. En cambio, el adulado casi nunca obtiene un beneficio palpable de tal situación, más allá de una simple y temporal hinchazón del ego.
Hay mayor sinceridad en el acto de adular que en el de aceptar la adulación. El adulado duda del elogio pero escoge creer; el jalabolas adula por puro instinto de conservación.
Por lo tanto, el adulador tiene las cosas más claras que el adulado, y eso aumenta sus probabilidades de supervivencia. Los aduladores siempre sobreviven y se reproducen a un ritmo mayor que el de  los adulados. La superioridad numérica de los jalabolas les garantiza su supervivencia.
El adulador apela a sus instintos básicos y acierta en su elección. El adulador actúa erróneamente movido por sus emociones y un falso razonamiento.
Jalabolas, esos que alquilan castillos fabricados en el aire, para inquilinos poderosos que exigen ser engañados; esos que regalan un mundo ilusorio, sin utilizar drogas, sólo con el vaho que destila de su conducta rastrera y de su empalagoso verbo.
El adulador siempre será un adulador; aunque llegue a quedarse con el puesto de su jefe, siempre estará buscando a quien adular. Nada es más dañino y peligroso que aquel que obtuvo sus galones mediante la adulación.
Ningún poderoso está libre de esta plaga. Los jalabolas son un virus que pulula libremente por las venas de la sociedad. Nadie está vacunado contra un mal que no tiene cura. Jamás nos libraremos de ellos, nuestra mejor opción es entenderlos. No podemos ignorarlos.
La adulación es como el sexo sin protección: sospechas que puede hacerte daño pero la aceptas porque te produce un placer indescriptible.
Para el adulador todo es negociable; incluso su propia dignidad. La adulación es una actividad voluble e inconstante: cambia de destinatario con total facilidad. Los principios y las creencias del adulador son como el agua­­: se amoldan a cualquier contingencia. La adulación, también, puede llegar a convertirse en el leitmotiv para algunos individuos. En tales casos, estamos ante la presencia de la máxima expresión del arte de la adulación.
Los aduladores no pueden convertirse en cofradías porque medran a la sombra de su individualismo y egoísmo. Los jalabolas nunca podrán unirse y formar un gremio porque su genética se los impide. No existirá jamás una asociación internacional de jalabolas.
Para algunos individuos la mayor carga de su actividad laboral consiste en adular a su jefe. El jalabolismo es considerado, en Venezuela, como la actividad laboral de mayor crecimiento en las últimas décadas.
A mayor nivel de degradación de una sociedad, mayores serán las posibilidades de los aduladores para ascender en el escalafón social. En estos casos, el hombre probo observa horrorizado como el adulador asciende sin mérito alguno que lo sustente.
A todos nos cae bien un poco de adulación de vez en cuando, pero sin exagerar, digo,  por aquello de la hipersensibilidad testicular que también es cierta.

viernes, 31 de enero de 2014

Decálogo del buen seguidor


Decálogo del buen seguidor, o ¿por qué las personas apoyan regímenes populistas, centralistas y autoritarios?
Diógenes Salcedo
@salcedo666
La mayoría de las personas no logran comprender por qué existen individuos que siguen o apoyan regímenes totalitarios o populistas. A veces, ni siquiera, los mismos seguidores conocen los verdaderos motivos que explican su comportamiento.
En la medida en que se logre comprender estos esquemas de conducta y los razonamientos que les sirven de soporte; se podrá lograr una intervención efectiva sobre ese universo de individuos que parecen iguales, pero no lo son.
En aras de dar un poco de claridad a este asunto, luego de varios años de observación y análisis, he logrado elaborar un decálogo que resume y tipifica tan extraño comportamiento:


  1. Porque creen que esta es la manera de tener una sociedad más justa. Básicamente, pecan de ingenuos y creen en todo aquello que les dicen sus dirigentes. Tiene que ver con la falacia de la autoridad. Para ellos la palabra de un alto funcionario tiene que ser forzosamente verdadera.
  2. Porque les resulta muy difícil asumir el costo psicológico que representa aceptar que estaban equivocados. Estos individuos son conscientes de la realidad de la situación, pero prefieren seguir manteniendo una actitud de apoyo siempre y cuando esto no les ocasione males mayores a él o a sus allegados.
  3. Por el simple placer de llevarle la contraria a los demás, aunque esta actitud no les produzca ninguna ganancia.
  4. Por el placer de ver sufrir a otros y conseguir una supuesta venganza, aunque eso implique salir perjudicado también. Generalmente, estos individuos buscan ver caer a otros en desgracia o verlos perder sus privilegios.
  5. Por obtener algún beneficio aunque sea mínimo. No es necesario que el beneficio se materialice, es suficiente con la promesa o el ofrecimiento del mismo.
  6. Por mantener el statu quo y que todo siga igual a como estaba.
  1. Por temor a perder su trabajo, cargo o beneficios.
  2. Por considerarlo una manera fácil y rápida de obtener poder y riquezas.
  3. Porque consideran que esta es la única manera de surgir y alcanzar relevancia, a pesar de su evidente mediocridad. En este nivel se concentran los típicos aduladores.
  4. Por considerarlo indispensable para garantizar el salir impune de los desafueros cometidos. Aquí se encuentran los seguidores más radicales y peligrosos.


Es evidente que los niveles de participación, compromiso y cognición de los individuos son diferentes para cada uno de estos casos (ver cuadro anexo).
En su libro, Psicología de las masas, Gustave Le Bon afirma que: todos en cierta medida y bajo determinadas circunstancias somos propensos a caer en estos esquemas.
Puede que resulte terrible reconocerlo, pero algunas personas involucradas en estos esquemas son irrecuperables: aunque logren comprender su error escogen mantener su posición hasta la muerte. A esas personas hay que entenderlas y aceptarlas, salvando las responsabilidades, recordando aquello de ¨el terrorista de unos es el libertador de otros¨.


CUADRO EXPLICATIVO
TIPOLOGÍA

NIVEL DE PARTICIPACIÓN
NIVEL DE COMPROMISO
NIVEL DE COGNICIÓN
1
BAJO
BAJO
BAJO
2
BAJO
BAJO
MEDIO
3
MEDIO
MEDIO
BAJO
4
ALTO
ALTO
BAJO
5
MEDIO
MEDIO
BAJO
6
MEDIO
MEDIO
MEDIO
7
MEDIO
MEDIO
MEDIO
8
ALTO
ALTO
ALTO
9
ALTO
ALTO
ALTO
10
ALTO
ALTO
ALTO


miércoles, 21 de abril de 2010

Las verdades del venezolano y otros engaños.


Desde niño me he sentido asombrado ante una cantidad de aseveraciones que realizan constantemente las personas llegando éstas a convertirse en una especie de "verdades absolutas". Sin embargo, estas supuestas verdades carecen de fundamento alguno.
El mundo es como debería ser, aunque parezca lo contrario. Creemos en algunas cosas que no tienen fundamento y somos incapaces de cuestionar su validez. Preferimos disfrazar la dura realidad antes que aceptar el traje del desengaño. Muchas personas transitan por la vida apoyadas en verdades que resultan ser verdaderas rémoras para el desarrollo de nuestra sociedad. En la medida en que logremos quitarnos ese pesado ropaje tendremos la suficiente libertad para crecer y abandonar esta noria subyugadora.
Es mi intención, a través de este medio, desnudar algunas de esas verdades engañosas.

 "En su lucha contra el individuo, la sociedad tiene tres armas: ley, opinión pública y conciencia”.
William Somerset
Mi interés es llegar a descubrir las razones ocultas que apoyan tan extraña conducta. He aquí algunas de estas aseveraciones:
1.- "Lo que cuenta es la belleza interior".
Desde los muy agraciados hasta aquellos no favorecidos por la madre naturaleza se empeñan en repetir la frase anterior, pero la realidad es que a todos nos gusta aquello que es considerado bello de acuerdo a los cánones establecidos por la sociedad. Todavía no he visto a ninguno besar una placa de rayos equis. Las reinas de belleza siempre repiten esta frase, pero ninguna de ellas ha terminado casándose con un feo por más que éste sea un derroche de belleza interior. ¡Basta de mentiras!


2.- "A mi no me gusta que me engañen".